sábado, 30 de octubre de 2010

Gerd Müller

"El Bombardero de la Nación" o Gerd Müller. Ese apodo, basado en una metáfora más que acertada, le quedaba muy bien al gran goleador alemán de todos los tiempos. Fue, probablemente, el más grande artillero que haya dado el fútbol mundial. Fue el emblema del gol en la década del '70. Comenzó su carrera en 1964 y se retiró en 1981.

Un delantero con un increíble sentido del oportunismo. Siempre bien ubicado, hábil para desmarcarse y con extraordinarios recursos para anotar desde cualquier posición: de espaldas, cayendose, con un marcador encima, etc. Un tipo que hizo cualquier cantidad de goles de cabeza a pesar de su baja estatura. Cómo no recordar el gol que le hizo a Perú de cabeza desde una posición un tanto incómoda en el Mundial de México 1970. En la victoria ante aquel gran equipo peruano, él se encargó de marcar los tres goles. Su próxima víctima fue Inglaterra. En la remontada germana por los cuartos final de ese torneo cuando perdían 2 a 0, Müller le agujereó el arco a los británicos con una volea impresionante apareciendo sólo debajo del arco, dándole el triunfo por 3 a 2 a su conjunto. Luego, Alemania llegaría a la semifinal que luego perdería contra Italia. Fue el goleador en la cita mexicana: Hizo 10 goles en apenas 6 partidos.

En el '74, hizo sólo 4 tantos. Pero los realizó en momentos determinantes, como en el partido final del grupo del cual se accedía a la final. Polonia y Alemania decidían quien jugaba el último encuentro del mundial de Alemania. En un partido muy cerrado ante el equipo de Lato, quien finalmente fue el goleador de ese torneo, el "Torpedo" -como también le decían- hizo el gol que le otorgó el pase a su selección para disputar la finalísima ante la Holanda de Cruyff. En ese encuentro hizo un gol más, el segundo para los alemanes que se consagraron campeones del mundo. Y en 1972 ayudó a que su equipo ganara la Eurocopa venciendo en la final a la URSS. Además, fue el máximo goleador de ese campeonato.

En el Bayern Münich ganó de todo: varias Bundesligas y Copas de Alemania. Y tres Copas de Europa y una Intercontinental. En aquel equipo jugaba con Sepp Maier, Franz Beckenbauer, Paul Breitner y Uli Hoeness, entre otros grandes futbolistas. Con ellos (no) se cansó de ganar cosas con el Bayern y la selección germana. Müller marcó goles en finales del mundo y de Europa, algo que pocos jugadores se pueden jactar. A nivel continental y mundial, el artillero alemán dejó su sello de goleador implacable. Es que su efectividad aterroriza y sorprende a cualquier estadística que se le interponga en el camino.

Por otra parte, hay que agregar que Müller no era un futbolista habilidoso. A pesar de esa limitación técnica, se las rebuscaba bastante bien para ganar con el pique corto o para superar a sus eventuales marcadores a pura fuerza, llevándose a la rastra a cualquier defensor que osara detener al "Bombardero". Además, era un gran rebotero y hasta hacía goles cuando le pegaba mordido. Y cuando la agarraba de volea era mejor correrse. Era preferible que rompiera la red del arco antes que la pelota impactara en las manos de los arqueros. Un asesino del área que le pegaba muy bien con las dos piernas y que se cansó de hacer goles para Alemania y para el Bayern. Con su instinto devastador, Gerd convirtió más goles que los encuentros que jugó. Un promedio digno de los picados que jugamos entre amigos, donde los partidos terminan 12 a 10, pero que en partidos de primera división o entre selecciones es prácticamente imposible de lograr.

Algunos de sus números:

-89 goles en 71 partidos disputados con la selección alemana (promedio de 1.25)
-1256 goles en 1052 encuentros jugados para el Bayern Münich (1.25)

En esas estadísticas no están los goles que hizo en los otros equipos en los que se desempeñó. Quedarán en el recuerdo sus pasos cortitos por los campos de juego y sus dos brazos en alto, gesto que repetía cada vez que anotaba un "Tor". Los arqueros fueron sus mayores damnificados. Y aquellos que sufrieron sus proezas dentro del área chica, ya les habrán contado a sus nietos: "Sí, Müller también me vacunó". Un número 9  al que nunca podrán igualar, aunque transcurran distintos jugadores en diferentes formaciones por los siglos de los siglos. Sinónimo de gol y productor de varios casos de disfonía en los hinchas germanos que alguna vez tuvieron el placer de gritar una anotación suya.

Diego Ribas Da Cunha

Tratando de hacer memoria sobre jugadores con dotes teatrales, o que se la pasan en el piso cuando les hacen cuerpo, o que apenas buscan el suelo cuando los tocan con la mano, me dije Diego no puede faltar. Es obvio que no me refiero al "Diego", porque a Maradona lo cagaban a patadas y se levantaba y seguía jugando. Y por más que lo fajaban, él seguía encarando y lo hacía con más vehemencia a sabiendas que le iban a dar unas lindas murras.

Pero al Diego que me refiero es al jugador brasilero de la Juventus de Italia. Un jugador talentoso que pintaba para algo más pero que se quedó. Es de esos jugadores livianitos, que apenas los tocan buscan la falta y la aprobación del árbitro para que pite el foul.

Se dio a conocer en aquel Santos donde tenía como socio a Robinho, allá por el 2003 cuando perdieron la final de la Copa Libertadores ante el Boca de Tévez. Luego pasó por el Porto, el Werder Bremen hasta recalar en la Juve. Un futbolista con buena visión de juego y pegada, pero que se tira todo el tiempo al piso. La verdad, es insoportable ver a un tipo que corta el juego con sus mañas. Pero bueno, ya sabemos que muchos jugadores brasileños tienen predilección por la actuación. Y lo peor de todo es que en algunas oportunidades son tan malos actores que es increíble como los árbitros les cobran faltas inexistentes. Porque es feo cuando un partido es cortado por culpa de violencia de los defensores o mediocampistas de un equipo sobre el que ataca. Pero también es horrible ver a tipos que buscan el engaño constante y que quieren sacar tajada a cualquier contacto.

Diego lo hace en cada partido que disputa con su equipo en el campeonato italiano. Además, hacía lo mismo cuando jugaba para la selección brasileña. Para alguien que no se pone colorado para sacar ventaja, este post es para Diego, un gran émulo de Douglas Fairbanks.

lunes, 25 de octubre de 2010

Oreste Omar Corbatta

"¿Sabés por qué no podían sacarme la pelota? Porque ella no se quería ir de mi lado. Otras cosas sí me sacaron, pero la pelota no."

La frase es de Oreste Omar Corbatta, uno de los mejores punteros derechos de la historia del fútbol argentino. Para los simpatizantes y cronistas que lo vieron jugar fue el mejor número 7 que recorrió la línea de cal. Los que no tuvimos el placer de verlo jugar sólo sabemos que era un tipo parco, de pocas palabras. Uno de sus apodos era "El loco", quizás porque con quien mejor se llevaba era con la número 5: a ella sabía hablarle, conducirla, acariciarla. Capaz de las gambetas más imprevisibles sobre la punta derecha, jugó en Racing Club durante las décadas del '50 y el '60. Es uno de los ídolos máximos de la historia racinguista, club en donde conquistó los campeonatos de Primera División de 1958 y 1961. Aunque también fue campeón en Boca en el '64 y el '65, sus mayores proezas, en cuanto a calidad y goles marcados, se produjeron entre 1955 y 1962 jugando para "La Academia". Luego de jugar en Boca, se fue a tierras colombianas donde también brilló con su talento inigualable.

En la selección nacional, formó parte de una excelente delantera donde jugaban Humberto Maschio, Antonio Angelillo, Enrique Sívori y Osvaldo Cruz. Tanto talento junto, ordenados por Néstor "Pipo" Rossi en la mitad de la cancha, se transformó en un espectáculo de excelente juego y goles durante el Sudamericano (hoy Copa América) de 1957. Con los "Carasucias", como los llamaban a los integrantes de aquel seleccionado argentino, conquistó ese torneo que se jugó en Lima. Esa delantera se encargó de hacerle varios goles a nuestros tradicionales rivales (4-0 a Uruguay y 3-0 a Brasil) y Corbatta volvió locos a los marcadores de punta izquierdos que no sabían descifrar sus enganches, frenos, pisadas y demás locuras que nacían de sus pies.

También salió campeón con Argentina en el '59, aquel torneo continental que se jugó en Buenos Aires, luego del fracaso del Mundial de Suecia de 1958. Lamentablemente, la delantera del '57 se desarmó cuando Sívori, Angelillo y Maschio se fueron a jugar al fútbol italiano. Corbatta se quedó sin sus grandes compañeros y fue el mejor de aquel seleccionado que quedó eliminado en primera ronda y que se comió un 6-1 frente a Chescolovaquia. "El loco" fue el único jugador que marcó un gol durante los tres partidos: en las derrotas frente a los chescolovacos y alemanes y en la victoria ante Irlanda del Norte. Es una lástima que solamente haya jugado ese único mundial. Y pensar que jugadores como el "Piojo" López jugaron dos mundiales... Y eso que sólo hacía dos gambetas cada cuatro partidos, mientras que "El loco" se divertía varias veces durante esos encuentros que un "7" y un "3" tienen en distintos momentos de un match. Y eso que Corbatta jugaba medio escabiado a veces.     

El alcohol, el abandono por parte de la dirigencia futbolística de Racing y sus problemas económicos lo fueron hundiendo de a poco. El olvido de la persona, pero no del ídolo en la memoria colectiva de los amantes del fútbol, es una película vimos en varias oportunidades en el fútbol. Algo parecido le pasó a otro puntero derecho de endiablada gambeta como Corbatta: al fenomenal Garrincha. Oreste Omar murió a los 55 años en 1991. Una calle aledaña al estadio de Racing lleva su nombre.